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Mario Benedetti - La niña de la higuera (I)

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Los mejores poemas y frases
deMario Benedetti.


En cuanto pude subí a mi altillo. Necesitaba estar solo para reflexionar sobre la situación. Permanecí un buen rato, desconcertado, sentado en la cama y mirando (sin ver) la higuera. Huérfano, pensé, voy a ser un huérfano. Una sensación extraña, de pena y abandono (no es nada sencillo quedarse sin madre a los doce años), pero también de asunción de una condición nueva. Ninguno de mis amigos era huérfano. Yo iba a ser el primero. También mi hermana iba a ser huérfana, pero era muy pequeña y apenas lo advertiría. Estuve llorando un rato, pero no sabría decir si era por la anunciada desaparición de mamá o por mi inminente orfandad.

 Entonces alguien dijo: "¿Qué te pasa? ¿Por qué llorás?", y me sentí espiado, agredido en mi intimidad. Desde la higuera me contemplaba una chiquilina desconocida. Le pregunté quién era y me dijo que era Rita, prima de Norberto. Tendría uno o dos años más que yo. Lentamente se fue moviendo por las ramas hasta que llegó a mi ventana y desembarcó en mi cuarto. Por entre mis lágrimas puede ver que era bastante linda, que tenía una mirada dulce y que su relojito pulsera marcaba las tres y diez.

 Me puso la mano en el hombro y volvió a preguntar qué me pasaba. "Mi mamá se va a morir", dije, con más angustia de la que en realidad sentía. "Todos nos vamos a morir", sentenció Rita. "Pero ella se va a morir muy pronto." Y agregué: "Es un secreto. Nadie lo sabe. No vayas a contárselo a Norberto, porque entonces se entera todo el barrio, empezando por el cura". "Podés estar tranquilo. No lo diré a nadie. Fijate que ni siquiera tengo confesor." Este último detalle me infundió confianza.

 Se sentó a mi lado, en la cama. "No tengas vergüenza de llorar. Hace bien. Elimina toxinas. Por eso las mujeres vivimos más que los hombres. Porque lloramos más." Su sabiduría me dejó pasmado. Sin embargo, saqué cuentas: el viejo no lloraba casi nunca y mamá sí, y sin embargo ella, a pesar de todas las toxinas que había eliminado, se iba a morir antes que él. De esta deducción no le dije nada a Rita, nada más que para no desanimarla.



 Entonces me pasó su mano (suave, de dedos finos y un poco fríos) por la mejilla todavía húmeda, y luego esa misma mano presionó levemente hasta que mi cabeza quedó apoyada sobre su pecho. Me sentí confortado y confortable. Una extraña paz (no estática sino activa) comenzó a invadirme. Aquella mano tranquilizadora me acarició las sienes, los labios, el mentón. A esa altura yo ya estaba en la gloria y la pena casi se me había esfumado, pero comprendí vagamente que la congoja había sido después de todo una buena inversión, de modo que seguí transmitiendo pesadumbre.

 Rita tuvo entonces un gesto que puso punto final, ahora sí, a mi infancia: me besó. En la mejilla, junto a la comisura de los labios, y se demoró un poquito en aquel contacto. Tengo la impresión de que ése fue mi primer borrador de felicidad. "Me gustas, Claudio", dijo. "Norberto habla muy bien de vos. Sos su mejor amigo.""¿Vos también vas a ser mi amiga?""Claro, ya lo soy. Lástima que me voy mañana." O sea, el infierno tras el paraíso. "¿A dónde te vas?""A Córdoba, en Argentina. Vivo allí.""¿Y no vas a volver?""No lo creo." Entonces yo también la besé en la mejilla, cerca de los labios, y ella sonrío, buenísima. Creo que le gustó. Sentí una agitación nueva, una euforia casi heroica. No era todavía, por razones obvias, una excitación sexual, digamos que era una emoción pre erótica. De todos modos, mucho más intensa que la que en otros tiempos me provocara Antonia.

 Rita se puso de pie, se acercó a la ventana, y moviéndose rápidamente entre las ramas de la higuera, regresó al patio de Norberto. Desde allí abajo me saludó con la mano. Yo sólo la miré, desolado.



Mario Benedetti - Amor de tarde

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Los mejores poemas y frases
de Mario Benedetti.


Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme «¿Qué tal?» y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.



José Ángel Buesa - Balada del mal amor

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Las mejores frases y poemas
de José Ángel Buesa.


Qué lástima, muchacha,
que no te pueda amar...
Yo soy un árbol seco que sólo espera el hacha,
y tú un arroyo alegre que sueña con la mar.

Yo eché mi red al río...
Se me rompió la red...
No unas tu vaso lleno con mi vaso vacío,
pues si bebo en tu vaso voy a sentir más sed.

Se besa por el beso,
por amar el amor...
Ese es tu amor de ahora, pero el amor no es eso;
pues sólo nace el fruto cuando muere la flor.

Amar es tan sencillo,
tan sin saber por qué...
Pero así como pierde la moneda su brillo,
el alma, poco a poco, va perdiendo su fe.

¡Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar!
Hay velas que se rompen a la primera racha,
¡y hay tantas velas rotas en el fondo del mar!

Pero aunque toda herida
deja una cicatriz,
no importa la hoja seca de una rama florida,
si el dolor de esa hoja no llega a la raíz.

La vida, llama o nieve,
es un molino que
va moliendo en sus aspas el viento que lo mueve,
triturando el recuerdo de lo que ya se fue...

Ya lo mío fue mío,
y ahora voy al azar...
Si una rosa es más bella mojada de rocío,
el golpe de la lluvia la puede deshojar...

Tuve un amor cobarde.
Lo tuve y lo perdí...
Para tu amor temprano ya es demasiado tarde,
porque en mi alma anochece lo que amanece en ti.

El viento hincha la vela, pero la deshilacha,
y el agua de los ríos se hace amarga en el mar...
Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar...




Mario Benedetti - No te salves

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Los mejores poemas y frases
de Mario Benedetti.


No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.


Mario Benedetti - Lluvia

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Los mejores poemas y frases
de Mario Benedetti.


La lluvia está cansada de llover
yo/cansado de verla en mi ventana
es como si lavara las promesas
y el goce de vivir y la esperanza.

La lluvia que acribilla los silencios
es un telón sin tiempo y sin colores
y a tal punto oscurece los espacios
que puede confundirse con la noche.

Ojalá que el sagrado manantial
aburrido suspenda el manso riego
y gracias a la brisa nos sequemos
a la espera del próximo aguacero.

Lo extraño es que no sólo llueve afuera,
otra lluvia enigmática y sin agua
nos toma de sorpresa/y de sorpresa
llueve en el corazón/llueve en el alma.


Mario Benedetti - Ella que pasa

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Los mejores poemas y frases
de Mario Benedetti.


Paso que pasa
rostro que pasabas
qué más quieres
te miro

después me olvidaré
después y solo
solo y después
seguro que me olvido.

Paso que pasas
rostro que pasabas
qué más quieres
te quiero
te quiero sólo dos
o tres minutos
para quererte más
no tengo tiempo.

Paso que pasas
rostro que pasabas
qué más quieres
ay no
ay no me tientes
que si nos tentamos
no nos podremos olvidar
adiós.


Mario Benedetti - Irse

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Esta frase pertenece al poema
"Y sin embargo, amor..."
deRoque Dalton.


cada vez que te vayas de vos misma
no olvides que te espero
en tres o cuatro puntos cardinales

siempre habrá un sitio dondequiera
con un montón de bienvenidas
todas te reconocen desde lejos
y aprontan una fiesta tan discreta
sin cantos sin fulgor sin tamboriles
que sólo vos sabrás que es para vos

cada vez que te vayas de vos misma
procurá que tu vida no se rompa
y tu otro vos no sufra el abandono
y por favor no olvides que te espero
con este corazón recién comprado
en la feria mejor de los domingos

cada vez que te vayas de vos misma
no destruyas la vía de regreso
volver es una forma de encontrarse
y así verás que allí también te espero.

Haragán y Cía. - A esa gran velocidad

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"Él no respira, fuma.  Él no come, bebe.  Él no vive... muere."
Las mejores canciones y frases
de El Haragán & Cía. y el Rock en español.


Voy a intentar una tonada
que se parezca a Pink Floyd,
una dulce carcajada
ahogada en humo y alcohól.

Lo que pasa es que es
sólo un mal rocanrolero,
él es sólo un mal rocanrolero;
con las palabras amontonadas,
ebrias, locas.

Él no respira, fuma.
Él no come, bebe.
Él no vive... muere.

A esa gran velocidad
un impacto sería fatal,
a esa gran velocidad
un impacto sería fatal.

Morir así seria inusual,
en un joven no es normal.
Mi vida está en mis manos
un descuido sería mortal.

Veo un camino en mi vida,
no sé a donde va,
no sé a donde va.

Voy a acabar esta tonada,
que es la canción de un perdedor,
esta dulce carcajada
y cantar el último rock.

Lo que pasa es que es
sólo un mal rockanrolero,
él es sólo un mal rocanrolero,
con las palabras amontonadas,
ebrias, locas.

A esa gran velocidad,
un impacto sería fatal.
A esa gran velocidad,
un impacto sería fatal.
A esa gran velocidad,
un impacto sería fatal...





Augusto Monterroso - La oveja negra

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"Yo conocí mucho al Tito Monterroso y me dolió muchísimo su muerte.
A él (como a mí), le daba muchísimo trabajo hacer esto de ir reduciendo
y reduciendo hasta llegar a lo esencial,
pero él se tomaba el pelo a sí mismo todo el tiempo;
jugaba a que no era serio lo que hacía (pero era muy serio),
y fue un gran escritor y además un gran tipo, muy sencillo, muy buena gente."
Eduardo Galeano


 En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.

   Fue fusilada.

  Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.

  Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura. 


Nazareno Saudade - Estas ganas de vos

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" Ando ganas de contarte las pecas, de llenarte las madrugadas  de palabras roticas, de verte, tenerte y fumarte.  Ando ganas de andarte  la piel y la memoria: Ganas de vos  y una botella de guaro, ando ganas de beberme la vida  a tu lado..." Nazareno Saudade Estas ganas de vos
Los mejores poemas y frases
de Nazareno Saudade.


Cómo será acostarme
en tu país de pechos tan lejano.
Ando de pobre cristo a tu recuerdo
clavado, reclavado. 

Ando ganas de contarte las pecas,
de llenarte las madrugadas 
de palabras roticas,
de verte, tenerte y fumarte.

Ando ganas de andarte 
la piel y la memoria:
Ganas de vos 
y una botella de guaro,
ando ganas de beberme la vida 
a tu lado...

Nazareno Saudade 5.III.2012

Alejandro Filio - Despierta

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La frase de la imagen NO pertenece
a Alejandro Filio ni la Trova.


Despierta, son las siete y media
y hay que empezar otra vez la tradición.
Despierta, yo también fui presa
de este mal de luchar contra el reloj.

Este milenio acaba y no es sencillo
y no lo ha sido para nadie, entérate.
Sólo despierta que Carlito espera
y la mamá de nuevo no durmió.

Despierta, Preston y la sala
no son nada si no estás alrededor.
Despierta, que encontré en mi almohada
para empezar de nuevo una razón.

Sé que no soy el indicado
para hablarte de soñar,
no hay nada que agregar,
sólo despierta.

Cuando dejas tus zapatos
pegaditos a los míos, no sé bien,
no entiendo bien si estoy
construyéndote un futuro
o curándome un pasado
pero sé que este cuento no acabó.

Cuando dejo mis zapatos
pegaditos a los tuyos, no sé bien
no entiendo bien si estoy
construyéndome un futuro
o curándote un pasado
pero sé que este cuento no acabó.

No terminó...

Despierta, que el volcán no estalla
y Salinas no contó lo que ocurrió.
Despierta, cortas son mis alas
pero están dispuestas al amor.

Ese colegio es todo un paraíso
y en el camino existen bichos y color.
Sólo despierta, o hazme un lugarcito
para soñar y olvidemos el reloj.



Drexler/Johansen - No voy a ser yo

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Las mejores canciones y frases
de Jorge Drexler y Kevin Johansen.


El que se quede sin dar el paso,
no voy a ser yo,
quien se canse de tus abrazos,
no voy a ser yo;
no voy a ser yo, no voy a ser yo...

Tengo tiempo y tengo paciencia,
y sobre todo
te tengo dentro de mi existencia,
de cualquier modo
y aunque falte tal vez bastante,
no voy a ser yo.

El que se canse antes,
no voy a ser yo...

Hay gente que no debería enamorarse,
algunos no deberíamos dar el sí;
yo no veo otra salida,
no quiero pasar la vida
sin que la vida pase a través de mí.

Quien se esconda de lo que siente,
no voy a ser yo
no voy a pisar el freno,
no voy a ser yo.

El que se ande con más o menos,
no voy a ser yo...

Hay gente que no debería involucrarse
con cosas que luego no pueden manejar
Yo no veo otra salida,
no quiero pasar la vida;
pisando una piedra
y volviéndola a pisar...

Si querés un Principe Azulado,
no voy a ser yo.
Si querés un 'Bangundangunladu',
no voy a ser yo...


Mario Benedetti - Por suerte somos otros

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La frase de la imagen NO pertenece
a Mario Benedetti.


Por el desfiladero inclemente y reseco
avanzamos a pobres estallidos
a opacos y alunados madrugones
a otoños inhibidos por un cielo grisáceo

a veces penetramos sin querer en la fiebre
como en una falsa vacación o delirio
pero si intentamos levantar un brazo
las bisagras crujen como antiguos rencores
y sudamos blasfemias y melancolías

somos en realidad otro desconocido
un tipo más que ignora cuándo va a tocar fondo
si en el breve mayo de las hojas secas
o en el laxo febrero de nostalgia soleada


un desconocido un pájaro que emigra
de su propio corazón un signo
que de a poco se va desdibujando
se va olvidando de su propio trazo

un desconocido un pañuelo blanco
que dice adiós a nadie a nadie a nadie
como si nadie hubiera para juntar recuerdos
para llegar a despedir al solo

un desconocido de quien no se sabe
por qué y con quién puede aún asombrarse
un resto de naufragio un capricho
de pedernal miedo que esparce a veces
semillas de coraje silencios alaridos

sólo un desconocido somos eso
algún remoto de nosotros mismos
un morral de prejuicios una bomba de tiempo
que nos explota en medio de la aleluya o del bostezo

quizás ahí esta la clave

si nos sabemos magros
y ausentes y un poco traicionados
por cautelas y pautas y grandes plataformas
si adquirimos en cómodas cuotas el desastre
y empuñamos la angustia como un hacha de piedra
y además si en las duras transacciones
de cerebro a conciencia y viceversa
vacilamos y después vacilamos
y cuando el cielo escupe fuego y mierda

nos refugiamos bajo el mosquitero
y además si en el páramo ancho del insomnio
sobrevivimos a nuestro egoísmo
y nos desayunamos a vivir
y no reorganizamos la verdad
como un plan quinquenal o un orgasmo

cómo entonces si estamos tan ajenos
en nuestro traje y en nuestro esqueleto
si lo que pudimos haber sido nos vela
como un guardián de mirada implacable
memorioso guardián faro en lo abstracto
como entonces no cambiarnos en Otros

como no introducir de contrabando en ellos
las tempestades que no desatamos
los datos del amor inaccesible
los odios nobles y descomunales
ese acompañamiento del amor
que no nos atrevimos a sangrar

libres para ser Otros ni ángel ni desángel
sólo nuestra verdad imperfecta y radiante
la verdad aventura que nunca se repite
y sin embargo puede atravesarnos
como una flecha o una ideología

y no es tarea vana
inventar Otros
que tienen por supuesto rasgos nuestros
textura nuestra cicatrices nuestras
más dos o tres barbaridades llanas
y más amor que nuestro más amor
esa caricatura de nuestros imposibles
a veces nos contagia contamina
de vida nuestros pasos malmurientes

nos da confianza júbilo certezas
sinceridad hasta decirnos basta
punto final al miedo miedo a punto

y una noche sin mar ni pesadillas
los Otros
esos Otros que inventamos
los Otros nos inventan nos recrean
a su imagen y a su semejanza
nos convencen de que al fin somos Otros
y somos Otros claro
por suerte somos Otros.



Respuesta con segunda - Mario Benedetti

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La frase de la imagen NO pertenece
a Mario Benedetti.


Y una pregunta de cajón


por qué será que mis Otros
escriben casi siempre
poemas de amor
con esperanza o desolación
con plenitud o soledad pero
poemas de amor
a una muchacha o a mujeres varias
al hijo o al paisito pero
poemas de amor
por qué será

una respuesta podría ser

ya que existen tantos Otros verdaderos
que viven enredados atrapados
por el pago al contado de sus odios
por el cheque cruzado de sus odios
por la loca carrera de sus odios
bueno entonces yo en el trance
de sentirme una vez poderoso
algo así como un vicediós
en ejercicio de la diosencia
en ese trance digo
de fabricar modestos y desprolijos Otros míos
Otros artesanales Otros casi caseros
con los nudos y sueños a la vista
no se me dio en el forro etc. etc.
o sea no quise
crear nuevos seres odiantes y odiables
sino hombres y mujeres queribles y querientes

bueno
una respuesta podría ser ésa

pero
como es natural
hay muchas
otras

a vos
lector mi prójimo
qué te parece.

Mario Benedetti - Poemas de otros.

Pablo Neruda - Poema XIV

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Los mejores poemas y frases
de Pablo Neruda.


Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.

A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
Ah déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías.

De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.

Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.

Tú estás aquí. Ah tú no huyes.
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.

Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.

Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes.

Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.

Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.



Juan Gelman - Gotán

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Los mejores poemas y frases
de Juan Gelman.


Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.

Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.

Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.



Mario Benedetti - No tenía lunares

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La frase de la imagen NO pertenece
a Mario Benedetti.


1.

 La otra cabeza en la almohada. Rafael mira hacia arriba, rígido. Cuando despierte no sabrá dónde se halla. Luego ella dirá: «Querido», y todo volverá a su cauce. Esta horrible posición le produce cansancio en los tobillos. Ni pensar en nada que pueda despertarla. Entonces ella empezaría con sus empalagosos mimos matinales y se acabaría la sensación de reposo, esta especie de coherente aproximación a sí mismo. Anoche dijo: Nadie puede saberlo, nunca. Pasa un carro del mercado. Los únicos ruidos del mundo. Los ronquidos y el carro. ¿Nadie puede saberlo? Cuatro moscas recorren los párpados de Carlitos dormido. Vamos por partes. Ella no quiere que venga Francisco. Sin embargo.
 Tiene la boca reseca. Si le trae agua, se despierta. Estamos mejor solos, dijo ella. Antes quería que tuviese amigos, que los trajera a almorzar. El sobretodo quedó sobre la silla, la manga izquierda a medio sacar. El papel blanco que sale del bolsillo no es un programa de cine. Vamos por partes. Francisco vino por primera vez el día de los ravioles. Un sábado. El martes se lo había dicho en la oficina. No es un programa, es la cuenta de... Me habían traído el retrato de Aurora, recién encuadrado. Los ojos desentonaban en el rostro. Como si las cejas, los labios, las mejillas, para cuyo aderezo recurría a su equipo de trampas fuesen lo único natural, la verdad del semblante, en tanto que los ojos verdaderos llegaban con retraso al conjunto, estaban en otra escala de valores, parecían lo único adulterado. Claro, la cuenta de Ocampo. De Ocampo, que había dicho: «No hay apuro». El apuro estaba en la reticencia de los gestos. Se lo alcancé. Mi mujer, le dije. Simpática, dijo él, tiene cara de risa. Otra vez a flote mi orgullo imbécil por la alegría de Aurora. Hago lo que puedo, pensé. Doscientos treinta pesos. Vamos por partes. Fui yo el que dije. ¿Por qué no venís el sábado a cenar? La otra cabeza en la almohada. Se ha movido. Sí, se ha movido. Paciencia.

2.

—Querido —dijo ella. Estaba despeinada, grotesca, maloliente. Los labios resecos, anteriores a toda pintura; los ojos colgantes y legañosos.
—Querido —dijo, y estiró una mano. Rafael retrocedió cinco centímetros imperceptibles. La mano estaba allí, sobre la colcha. Movía con torpeza su rechoncho meñique, lo montaba asquerosamente sobre el anular. Luego se estiraba, abriéndose en cinco dedos tumefactos. Yo besaba esa mano. Yo era el idiota que cerraba los ojos al besar esa mano. Entonces aquella cosa ajena le tocó el brazo, se lo acarició. Aquella cosa blanda le recorrió el brazo como una lengua.
—Tengo la cuenta de Ocampo —dijo él para huir—. Dice que no hay apuro. Pero yo creo que se le fue la mano.
Entonces ella dijo que Ocampo siempre había sido un abusador, que ella se había dado cuenta cuando el otro aborto.
—¿Qué pasa si no pagamos?
Pero regresaba a la caricia lo más pronto posible. No importaba la cuenta. No importaba el sudor, este sudor de abril, imposible de prever. Él estaba conscientemente ridículo con su ramo de flores. Pero a ella le cayó bien. A demás, dijo enseguida tres o cuatro chistes.
—Supongo que no pasa nada. La primera vez que teníamos un invitado. Carlos lloriqueó. En el postre se reía a carcajadas.
La mano se metía bajo su camisa, se deslizaba sobre los pelos y el sudor. Un asco. Él estaba contento de su éxito. Y yo también. Vio la cara de ella, el borrador de su cara, sin rastros de Ocampo ni del aborto ni de nada que no fuese me atacó un deseo imprevisto, quería besarla y apenas si podía contenerme cuando pasaba con su nuca de cuatro lunares el deseo insoportable, completamente vacío de ternura, de luna-de-miel, de fotografías-mirándose, sólo el deseo sin voz en la cocina le besé el pescuezo, me gritó loco, idiota, bruto el deseo sordo, sin memoria, hundido en el presente de noche me dijo que no le gustaban los arrumacos delante de extraños y Rafael no tuvo otra salida que mirar el reloj y como eran sólo las seis y cuarto, cansadamente se quitó el pijama.


3.

—Buenas noches —dijo Estévez. Siempre decía «buenas noches» cuando alguien llegaba después de las ocho y cuarto. Se podía meter sus sarcasmos en.
—Para mañana necesito el informe —agregó.
—Ayer me dijo que era para el viernes.
—Sí. Y ahora digo que es para mañana.
Estévez era sarcástico, pero Farías era gracioso. Cuando decía Mr. Cuckold se ahogaba de risa y de tos. Cuckold, Hahnrei, Cocu. Farías sabía decir «cornudo» en incontables idiomas y dialectos.
—Uy, Mr. Cuckold llegó tarde.
Verdaderamente, la risa le dolía.
—Uy, llegó tarde, ¿dónde está Francisco? (Esto dicho de corrido, como si fuese una sola palabra.) ¿Dónde está Francisco? (Pero se ahogaba, irremediablemente se ahogaba. Era demasiado para él.)
Francisco no estaba mire que jode Estévez con el bendito informe, total ¿para qué?, de cualquier modo al tipo lo van a echar siempre llegaba a las nueve un solo cheque no es un robo y el muchacho vale, dijo Estévez, claro él pone sólo el visto bueno, pero yo lo firmo.

4.

«Señor Director: De acuerdo con su comunicación de fecha 18 del corriente, por la que se me designa para investigar la irregularidad denunciada en el movimiento de Caja y Bancos correspondiente al día 27 del pasado mes de febrero míster Cuckold es cierto nunca lo supe pero paso a informar a usted, lo siguiente: Al efectuarse el arqueo en la última media hora de trabajo del día 27, el subjefe señor Mieres comprobó la falta de un cheque al portador la certeza final la certeza final en realidad desde el principio todo estuvo claro y yo no estoy desesperado solo decidiéndome girado contra la Caja Nacional de Ahorros y Descuentos por la firma Lanza, Salgado & Cía., por un importe hacia adónde ahora de $ 7.625,68 (siete mil seiscientos veinticinco pesos con sesenta y ocho centésimos moneda nacional). El cajero señor Luciano Valverde se había ausentado a primera hora de la tarde con permiso del jefe señor Estévez (según consta en boleto de salida No. 18206), pero no regresó esa tarde la cosa es saber cuándo empezó bueno eso realmente importa poco yo creo que el día de los ravioles Francisco ya le había echado el ojo y la muy yegua diciéndome no me gustan los arrumacos delante de extraños lo siento verdaderamente por Carlitos pero ya sé lo que voy a hacer ya sé lo que voy a hacer míster Cuckold primero no negar los cuernos ni tampoco concurrió a la Oficina los días 28 y 29. (Por indicación del señor Estévez segundo no codiciar la mujer de Francisco no se dio intervención a la policía. A primera hora del día 28 se avisó a la Caja Nacional de Ahorros y Descuentos, pero el cheque había sido cobrado la víspera. El señor Valverde no pudo ser localizado hasta la tarde tercero comprarme el revólver del día 30 y en esa misma fecha, el padre del nombrado cajero restituyó a la Compañía el importe íntegro del cheque. El señor Valverde (hijo) aduce que el día 27 no pudo volver a la Oficina por hallarse indispuesto, y, al parecer, siempre de acuerdo a sus declaraciones, dicha indisposición continúa pues no ha vuelto a la Oficina. Para mejor comprensión de la incidencia por parte del señor Director, el suscrito deja constancia que el señor Valverde padre, al ser interrogado sobre el proceder de su hijo, manifestó textualmente: "Siempre ha sido una porquería. Hagan con él lo que quieran. Si prefieren mandarlo a la cárcel mejor. Lo que es a mí, me tiene lleno." El suscrito comparte este criterio. Sin otro particular, saluda al señor Director con la mayor consideración y estima. Rafael Arias. Oficial Primero.»


5.


Aquella angustiada muchedumbre no tenía voces. Sólo el mozo pedía express, cortados, añejas. Los demás repasaban por centésima vez con el pedazo de diario en la mano, su rodoblona del que podía ganar en la tercera con el lance de la séptima. Pero Rafael seguía haciendo infantiles cabezas de gatos sobre la copia del informe que había leído al otro.
«Yo también podría razonar acerca de esto», respondió Valverde, «después de todo, no es tan difícil. Pero no me interesa razonar. Usted cree haber cumplido consigo mismo, acusándome. Bien, viejo. Yo, en cambio, creo haber cumplido conigo mismo sustrayendo ese cheque. Usted puede sermonearme, puede identificar mi reacción como un viejo resentimiento contra la sociedad. Y tendrá razón. He sido cómplice de tantas caridades, he pretendido borrar con el codo, sin que ni por asomo se debilitara mi conciencia, tantas miserias clandestinas, he contribuido tan eficazmente a la desigualdad, al odio, a la vergüenza, que me siento, bah, me sentía comprendido en un engaño solidario del que sólo podía rescatarme por un acto absurdo. Mi error estuvo en no lograr la absurdidad total. Para ello debería haber matado a alguien, o por lo menos haberme eliminado sin piedad. Pero la desdichada herencia de mi vida anterior, con su malsano culto de la emulación, con su aprendida renuncia a todo positivo desorden y sus virtudes agotadoras y anestésicas, me adelantó una impresión de desastre acerca de lo que tal vez hubiera sido, ¿no lo cree así?, mi única salvación. En realidad, creo que debo confesárselo, pensaba eliminarlo a usted y después matarme. Usted era un buen pretexto, una tarea que hubiera acometido con gusto. Precisamente el obstáculo fue que yo le tuviese antipatía, pues ello transformaba mi acto libre en un desahogo apasionado. Por otra parte, ¿comprende qué poca cosa hubiera sido nuestra desaparición? Infortunadamente, ahora pasó la euforia. Me quedé a mitad de camino. Iba a matar y sólo robé. Sin embargo, lo esencial para mí era salir del atascadero, comprender efectivamente qué me acontecía. Y eso lo he logrado. Es cierto que con su informe empezará el proceso de mi destitución. Me iniciarán sumario pero todavía cobraré mi sueldo por un año o dos. Mientras tanto, acaso vuelva la euforia y me suicide.»
«Oiga, Valverde», dijo Rafael al concluir las primeras ciento veinte cabezas de gato, «¿alguna vez su mujer le puso cuernos? ».

6.

A las tres Rafael pidió autorización para salir. No estaba desesperado, ni siquiera triste. Primero fue al café. Quería darles tiempo, que la escena no fuese demasiado sucia. Pidió un cortado. Cuando se sentó, sintió aquel peso en el bolsillo trasero del pantalón. Indudablemente, un revólver era de mal gusto. Sería pues una tarde de perfecta inmundicia. Nunca en su vida había apretado un gatillo. Un buen tipo, como quien dice. Una irritante beatitud le cercaba, una ternura nueva por su pasado, por su infancia sin padre, por su implacable adolescencia de tango y prostitutas, por el pelotón de sus amigos dispuestos encarnizadamente a ejecutarle, por míster Cuckold, sí, por míster Cuckold. La radio, obscena, se permitía un bolero, y Rafael sintió una bocanada tibia de asco y puteada. Hacía tanto que no lloraba que era una delicia sentir ese viejo sabor en los bigotes. Era el mismo del tercer año aplazado, del ferrocarril destrozado por la Tota, de los hermanos abrasándose cuando la muerte de Mamama. Una melancolía viscosa e insoportable le despertaba los recuerdos, escalonándolos en señales que aparecían como revelaciones. Un cornudo. Una palabra como un Mantram, sencillamente poderosa. ¡Qué joder! ¡Un cornudo! Y un cornudo con revólver, tomando serenamente su cortado. ¿Cuánto tiempo se necesita para engañar a un marido que es un buen tipo? Cuatro años. ¿Cuánto se necesitaba para engañar a un marido que resulta un idiota? Oh, también cuatro años. Evidentemente, un buen tipo es igual a un idiota. Ahora la radio terminó su bolero y hace reclame de medias, toallas higiénicas y coca-cola. Rafael miró hacia la calle. Extrañaba este sol todavía alto que no conocía, este sol de los ociosos, de los burgueses, de los estudiantes, de la mujer que uno deja en casa y de los amigos que faltan sin aviso. Se sentía pesado y liviano a la vez. Veía todo tan nítido, tan definido, que esa pesadez era únicamente la del tiempo, la del tiempo lento que le hacía esperar. Y también esperarse.


7.


«Por favor», murmuró, todavía sin odio, «acaben de vestirse». Rafael se sorprendió vigilando las oscilaciones de su propia sombra sobre las baldosas. Oyó el galope metálico del tranvía, el 10 de y veinticinco que le traía a casa sólo los viernes, porque los otros días debía atender la contabilidad de Vega. La radio sonaba en el comedor, entreverando las noticias de Corea con un tango arrastrado.
Aurora ensayó un viejo ademán de rebeldía. Puso la nuca rígida, los ojos duros, como botones, dirigiendo la indignación y la sorpresa al amarillento cielo raso.
«Ahora lo sabés», dijo Francisco. Estaba aún en mangas de camisa, apoyado en la estufa. Fumaba, como siempre, llevando el cigarrillo entre el índice y el anular y apretándose la boca con toda la mano mientras pitaba. «Algún día tenía que ser. » Rafael lo vio sonreír, con los dientes escondidos, cauteloso y burlón, débilmente canalla. Tenía la camisa bastante sucia, una mugre de sólo tres días, con sudores ya en reposo del lunes y del martes, secados de noche en el respaldo de la silla. Seguramente iba a mostrar la dentadura (si él lo dejaba: esto era Esencias) y estaría amarilla de huevo y tradición. Pero nada importaba. El se cepillaba los dientes tres veces al día, renovaba diariamente sus calcetines y su camisa, la ropa interior cada tres días, y sin embargo ella prefería revolcarse con el otro, que sería un mugriento, pero. «Está bien», dijo. En un rincón, desde su silla alta, Carlitos contemplaba la escena en agitado silencio. Con las manos en alto recorría aquel fondo imprevisto de seriedad, de pesada desdicha, moviendo los labios sin decir esas locas, singulares palabras que ignoraba. «Está bien. Todo tiene compostura.» «Todo menos vos», contestó Francisco, «vos sos míster Cuckold, viejo. como te puso Farías. Convencete». Claro, quería llegar a las trompadas. Sonrió y no había rastros de huevo, sino otro verde inusual, como de torta pascualina. «Vamos a salir», dijo simplemente Rafael. Luego, sacó el revólver. Le gustaba pensar: «Ahora están fritos, fritos», pero dijo: «Parece que estamos todos tranquilos; mucho mejor.» Francisco escondió la sonrisa pascualina. «Pensé que serías comprensivos, dijo. «Oh, naturalmente.» «¿Y eso?» Ero era el arma. Ya lo verás. Aurora se puso el saco sin que nadie se acercara a ayudarla. Por primera vez, Rafael la miró de lleno. Estaba rabiosa, claro, pero la vía láctea de lunares conservaba su atractivo. «Ponele el sobretodo al nene», dijo él. Pero cuando lo levantaban de la silla, Carlitos, desconcertado, empezó a vomitar.


8.


Las siete y veinte cuando tomaron el taxi. Rafael dio una dirección. Francisco respiró, aliviado. «¿Vamos de visita?», preguntó. El otro abotonó el sobretodo de Carlitos. En realidad, no pasaba nada. Rafael era consciente del carácter patético de aquel viaje. La mujer, el amante, el marido, paseando en taxi, tan comprensivos y modernos como en una buena película inglesa, mirando hacia las caras fugaces de las aceras, alternativamente verdes, rosadas, amarillas, según la temblorosa voluntad de los primeros letreros luminosos. Rafael se abandonó al recuerdo de cierto antiguo placer de estarse quieto mientras la madre lavaba calzoncillos ajenos y sacudía de vez en cuando las manos cubiertas de espuma. Acaso desde entonces había sido susceptible a la desgracia y ésta se había incorporado a su vida como un apellido, como esa cosa espeluznante que era su meñique deforme de nacimiento. Pero Rafael no distinguía ninguna revelación en esa imagen remendada de sí mismo. Estaba imaginando por el contrario qué otras cosas apremiantes e irrevocables le hubiera otorgado una vida sin Aurora, a qué exigente comunidad de deliciosas molestias se veía ahora sustraído por la despótico vulgaridad, por la insondable malicia de su mujer. Bajo esa pantomima de cornudo, de esta sencillamente frívola trampa del azar, demasiado soez cuando se tienen cuarenta años, había también una sacudida inopinadamente trágica que lo despojaba de aquellas íntimas, oblicuas ternuras en que solía posarse clandestinamente, cuando no había testigos, cuando estaba solo, cuando nada ni nadie le impedía compadecerse, despreciarse. Lo peor era eso: no precisamente la frustración del amor (hacía demasiado tiempo que rechazaba el sonsonete) ni siquiera la violenta expulsión de su aquiescente beatitud, sino la pérdida de ese último reducto de emociones ordinarias, vergonzantes, que si bien le habían permitido insistir en ciertos placeres dolorosos, por lo menos lo mantenían a una distancia respetuosa y cordial. Aunque se trataba más bien de otra cosa. Ahí estaba por fin la verdad, y con ella una promesa —desde ya, vulnerable— de una solemne liberación: el retroceso a la buena vida de soltero, las tardes de pesca en la escollera, las madrugadas por la calle, el desorden sexual, las soledades. del café, los alardes de ingenio y de machismo.
«Rafael», dijo ella. Nadie se daba cuenta de que ella lloraba. Todos estaban fríos, crueles, ensimismados. El taxi se detuvo, obligado, y el chófer maldijo, por su turno, de la lentitud de los tranvías, de las viejas que cruzan sin mirar, de la Dirección de Tránsito Público, del proyectado subterráneo, de las bocinas prepotentes. Luego pudo arrancar, pero continuó sacudiendo la enorme cabeza con su gorra sucia, pelada en la visera.
«Rafael», repitió la mujer. Pero Rafael estaba pensando que nada de aquello (la infancia, el café, las prostitutas) era recuperable, ni como presente decisivo, ni como sucedáneo de otros buenos, desmentidos recuerdos.


9.


La pobre vieja los recibió disculpándose. El olor a fritos. La cama destendida. Ella en delantal y zapatillas.
—No importa —dijo él—. Lo que voy a decirle, es mejor que lo escuche en zapatillas.
—Pero, Rafael.
—Se trata simplemente de que su hija es una puta.
Había sonado bien. Se sentía contento. Ante todo porque lo había dicho, pero también porque la vieja no sabía qué cara poner, porque Aurora y Francisco se quedaban callados, porque Carlitos le tendía los brazos a la abuela.
—No se preocupe. Francisco le explicará todo. Tendrá tiempo, porque se va a quedar aquí, con Aurora y el nene. Como yerno aficionado.
Rafael vio que el otro se le abalanzaba con el rostro descompuesto, olvidado de cierta primaria circunspección que aconsejaba la mano en el bolsillo. Pero enseguida se calmó.
—No es para tanto —dijo él—. Vamos a ver, seamos comprensivos, como dice Francisco. ¿Se quieren? Macanudo. Yo me retiro. Francisco ganará lo necesario para todos. ¿Querían saber para qué era el arma? Bueno, es para garantía. Para garantizar que Francisco no abandonará a Aurora, para garantizar que nada le faltará a Carlitos. Quiero que vaya al British School, ¿sabés, Francisco? Hoy en día es una buena defensa saber inglés. Y además, por el apellido. Los Cuckold somos una extendida, poderosa familia. Naturalmente, el día en que me entere de que no cumplís, recibirás puntualmente dos balazos. Antes no. Dos balazos en la cabeza, para mayor seguridad. De modo que no te aflijas. Si yo fuera cursi te diría que tenés tu destino en tus manos. Pero como no lo soy, simplemente te recuerdo que lo tengo en las mías.
Rafael tenía la seguridad de que estaban asombrados e inmóviles. Calmosamente, se acercó a la puerta. Aún podría alcanzar el ómnibus de menos diez. Entonces Aurora se le acercó.
—Aunque esta vez —balbuceó— aunque esta vez no hayas sido feliz...
Pensó que no era cierto, que en realidad había sido estúpido y feliz. No pudo sentir otra cosa que cansancio, que un rotundo, infectado cansancio. Y sólo dijo: «Otra vez será.» Ella le dio la espalda, compungido y huraña. Entonces, él quiso poner a prueba su antiguo deseo, y le miró la nuca. Ahora estaba seguro. No tenía lunares. Para su memoria, para sus manos, para su sexo, ya no tenía lunares

Hombre que mira el techo - Mario Benedetti

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La frase de la imagen NO pertenece
a Mario Benedetti.


Siempre hay una jornada fuera de serie
en que uno logra sentirse sereno
pero está lejos de ser una canonjía
ya que la serenidad no es el mejor
de los estados posibles e imposibles

hoy por ejemplo tomo distancia
con respecto a las cosas y a mí mismo
y no por eso echo al olvido
qué joda era qué bueno era
estar adentro del entrevero



después de todo la famosa
serenidad es una isla
autorizada comonó
y legal
aunque rodeada inexorablemente
por emociones clandestinas

todavía me siento un poco incómodo
en mis primicias de sereno
como quien entra en un traje nuevo
que tiene bajas las hombreras

pero el cuerpo y el alma son
animalitos de costumbres
mañana la incomodidad
será menor y en pocos días
me habré habituado a estar sereno

eso me llena a veces de alegría
es claro que se trata de una alegría serena
y en consecuencia uno no sale a dar abrazos
ni pega gritos ni le canta al cielo
a lo sumo archiva caricias y otros prólogos
por estricto orden cronológico

también llega a invadirme el desconsuelo
pero se trata de un sereno desconsuelo
y por lo tanto nadie solloza
ni dice mierda
ni putea

sencillamente como un modesto mago
de rojo circo de domingo
o de feria
tomo los naipes del amor
los barajo con parsimonia
y en las narices del viejo público
que es como hacerlo en mis narices
mágicamente los transformo
en nuevos naipes de amistad

lo único extraño viene a la noche
pues se presume que un sereno
ha de dormir serenamente
pero yo paso horas y horas
mirando el techo

o sea que
no sé hasta cuando estaré sereno
porque la calma ya no da abasto

hay que confiar y yo confio
que no hay mal que dure
cien años.


Ángelus porteño - Mario Benedetti

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La frase de la imagen NO pertenece
a Mario Benedetti.


Me he quedado junto al árbol
veterano y cordial en su sabiduría

un pibe alegre y andrajoso
corre y recorre el sendero sin nadie

en la gramilla blanda y celestina
dos adolescentes aprenden a besarse
y ya casi lo saben

abajo pasan autos
rojos verdes azules

en la tarde hay un pozo de silencios
y uno espera que hable el campanario

de pronto entre los grandes edificios
la bomba estalla como una desmentida

claro el pibe en andrajos se detiene
con un pie sorprendido en el aire

la pareja se desbesa de a poco
un auto verde frena como quejándose

al árbol
no se le mueve ni una hoja.


Mario Benedetti - El alma no es el cuerpo

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La frase de la imagen
NO es de Mario Benedetti sino de David Sant.


Nos enseñaron desde niños
cómo se forma un cuerpo
sus órganos sus huesos
sus funciones sus sitios
pero nunca supimos
de qué estaba hecha el alma

¿será de sentimientos /
de ensueños / de esperanzas?
¿de emociones / de tirrias /
de estupores?

lo cierto es que / ignorada /
el alma arde en su fuego
tiene espasmos oscuros
punzadas de ternura
suburbios de delirio

¿será tal vez una inquilina
del corazón? ¿o viceversa?
entre ellos no hay frontera

¿o será la asesora
principal de la mente?
¿o viceversa?
entre ellas no hay disputa

¿o será capataza
de la pobre conciencia?
¿o viceversa?
entre ellas no hay acuerdo

el alma tiene hambres
y cuando está famélica
puede herir
puede armarse
de enconos o de furias

no hay que pensar que el alma
es un tul de inocencia
ajeno a los agravios
que sufren cuerpo y alma

en el alma se forman
abscesos de rencores
tumores de impaciencia
hernias de desamparo

el problema es que no hay
cirujanos de alma
ni siquiera herbolarios

el alma es un secreto / una noción
una nube que suele anunciar llanto
pero después de tantas búsquedas
de pesquisas inútiles
y de adivinaciones
nos queda apenas una certidumbre /
que el alma no es el cuerpo
pero muere con él


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